Estándares más altos de la conducción, mediante una mejor formación y pruebas más rigurosas, puede ayudar a hacer que el ciclismo sea un poco más seguro. Sin embargo, ha habido innumerables intentos durante más de 80 años para conseguir "compartir la calzada" de manera segura, con poco o ningún éxito.

Si bien siempre habrá una minoría antisocial y agresiva que se resista a la normas, incluso los conductores mejor entrenados y las personas mejor intencionadas pueden cometer errores genuinos al conducir – los seres humanos no son perfectos, y los vehículos de motor son potencialmente máquinas peligrosas.

El miedo al tráfico motorizado es abrumadoramente el principal disuasor de que la gente monte en bici, indiferentemente de la calidad de la conducción. No hay formación vial que alivie estas preocupaciones reales, porque el resultado final todavía implica que alguien en una máquina liviana y de baja potencia, comparta el espacio en calles dominadas por vehículos de gran potencia, elevado peso y que pueden circular a velocidades mucho más altas.

Incluso si se pudiera lograr una conducción 100% perfecta, montar en bicicleta junto al tráfico de motor seguiría siendo una experiencia desagradable e intimidante para la mayoría de las personas, ya que implica interactuar a corta distancia con vehículos rápidos y pesados. La estrategia más sensata –y que ha demostrado ser la más segura– para promover el uso de la bicicleta, es limitar las interacciones con vehículos de motor, mediante un buen diseño que separe al ciclista urbano de los vehículos a motor tanto como sea posible.