Llevar puesto un casco se ha demostrado que supone poca diferencia en materia de seguridad ciclista. Los países cuyas leyes obligan a circular con casco, o donde se utiliza el casco mayoritariamente para trayectos habituales, no presentan un número más reducido de traumatismos craneoencefálicos (o lesiones en general) comparados con los lugares donde se circula sin estar sujeto a esas leyes.

Donde las calles y carreteras están bien diseñadas, el ciclismo es una actividad tan segura que la gente circula tan comfortablemente como lo harían yendo en coche, en autobús o a pie. Una infraestructura ciclista de calidad tiene un efecto mucho mayor sobre las tasas de uso y seguridad que cualquier accesorio de protección personal.

Por el contrario, en algunas partes del mundo el entorno es tan hostil al ciclismo que muchas personas pueden sentir que no hay más remedio que usar un casco u otro tipo de equipación, incluso si sólo ofrecen una mejora mínima en la seguridad. Una alto uso del casco es una señal de que las autoridades no han diseñado bien las calles para ir en bicicleta.

Está demostrado que la obligatoriedad del uso del casco tiene un impacto negativo: desanima a algunos a salir en bicicleta, reduciendo así el beneficio social procedente de una población más sana, más activa. Ha de ser una elección individual si hay que llevar un casco o cualquier otro accesorio de protección.

El efecto de una buena infraestructura no se puede ignorar: los Países Bajos – que es el país más seguro del mundo para ir en bicicleta, con el grupo demográfico más amplio de gente que va en bici – también tienen la menor tasa de uso del casco. Cualquier persona que realmente se preocupe por la seguridad en bicicleta tendría que hacer campaña para conseguir una buena infraestructura antes de nada.

En España el casco NO es obligatorio para circular en bicicleta por zonas urbanas para mayores de 16 años, según el Reglamento General de Circulación de la DGT, que afecta a todo el territorio del Estado.