La idea detrás de esta falacia es que si se reduce el espacio vial de los vehículos de motor, aumentará la congestión, lo que ocasionará más atascos en el tráfico y por ende, se contaminará más.

Sin embargo, en las carreteras con mucho tránsito motorizado, los niveles de contaminación ya son elevados, y en aquellos casos de infraestructura ciclista que ha tomado espacio anteriormente destinado a los automóviles, ha habido una diferencia mínima en los niveles de congestión y contaminación.

El argumento sigue principios de aparente 'sentido común', pero supone ingenuamente que eliminar el espacio vial no tiene ningún efecto en la elección del modo de transporte de las personas: no obstante, se ha demostrado que agregar más espacio para el automóvil induce su demanda (es decir, motiva a más personas a conducir). Mientras que generando entornos seguros para ir en bicicleta se ha demostrado que permite a muchas personas cambiar de modo de transporte, yendo en bici para desplazamientos que de otro modo realizarían en automóvil.